Los puntos de Trump - InfoTodo
martes 30 de diciembre de 2025 - Edición Nº2582

Columnistas | 18 Dec 2025

Opinión

Los puntos de Trump



Una vez más, y en su obcecado camino por demostrar dominación sobre el resto del mundo, Donald Trump dio un giro de 180 grados y se volvió a ubicar en el extremo opuesto al que se ubicó hace tres semanas con respecto al conflicto entre Rusia y Ucrania.
Esta vez presentó un plan. Un plan que según el medio estadounidense Axios, estaba preparando con Rusia detrás de bambalinas desde hace un tiempo ya. Lo que lleva a la reflexión de si las sanciones contra las petroleras rusas del 22 de octubre eran pura pantomima o si el plan comenzó a elaborarse verdaderamente después de estas sanciones -aunque entre las sanciones del 22 de octubre y este plan haya pasado solamente un mes-. O, y lo que resulta más probable, las sanciones no fueron más que un capricho momentáneo de Trump, como suelen ser casi todas sus medidas.

El plan propone la mayoría de los puntos que Rusia siempre puso sobre la mesa para finalizar la guerra: que Crimea, Donetsk y Lugansk sean reconocidas como parte de la Federación de Rusia, que la Otan retroceda su armamento en los países fronterizos a Rusia, que Ucrania acepte no pertenecer a la Otan, la desnasificación de Ucrania y las elecciones en ese país. Incluso compartir ganancias de la planta nuclear de Zaporozhie, que va a ser controlada por la Oeia. También conseguiría el levantamiento de las sanciones extorsivas estadounidenses para presionar a Rusia y el reinicio del comercio con Estados Unidos.
Pero Rusia no festeja este plan, ni mucho menos. Conoce ya las idas y vueltas de Trump sobre este asunto y tantos otros y, además, el presidente Putin tampoco considera de gran importancia las opiniones invasivas y cambiantes de Trump. En la conferencia de prensa que dio al finalizar el congreso de la Organización del Tratado se seguridad colectiva, declaró que todavía no logra comprender las sanciones sobre las petroleras rusas y que y están dispuestos a charla sobre un plan de paz, pero que no lo van a sentir oficial hasta que la presidencia de Ucrania sea elegida por elecciones presidenciales. "No hay nada nuevo que no se haya hablado ya en Anchorage", confirmó también, lo cual reabre y continúa el loop de preguntas para comprender el meollo de la edificación de estos 28 puntos que parecen haber surgido de pronto y sin previo aviso de la mente sin filtros de Trump.

Las diatribas de Donald Trump desde que asumió la presidencia el pasado enero, se centraron primero en contra de la Federación Rusa, algunas semanas después en contra de Ucrania -en aquel encuentro humillante e infantil con Zelenski en la Casa Blanca en febrero- después de nuevo en contra de Rusia y alineándose con los países de la Otan, una vez más a favor de Rusia en el encuentro en Anchorage con Vladímir Putin, las interminables visitas de Witkoff a Moscú, y así en un círculo infinito de cambios de posición que no hacen más que demostrar su completa falta de información por parte acerca del conflicto real que sucede en Ucrania y su temperamento retrógrado y dictador que continúa revirtiendo el orden mundial en su contra, en completo contraste con sus intenciones reales.

Trump quiere imponerse sobre los demás países a la fuerza, con amenazas fútiles enunciadas desde su avión presidencial algunas veces o con presiones económicas reales muchas tantas otras. La implicancia de sus amenazas depende, claro, exclusivamente del receptor. Muchos de los puntos que quiere imponer en este nuevo "plan de paz" no hacen más que someter por enésima vez a un país que no tiene fuerza como potencia, para usurpar sus recursos naturales sin ningún tipo de inversión, interferir en su política interna y controlarlo desde hoy y hasta el infinito a su antojo cómo y cuándo quiera. Desvalijar a un país, usarlo como un parásito que absorbe la energía del otro y dejarlo a su suerte cuando ya no le sirva más. Así como hizo Estados Unidos a lo largo de toda su historia, así como construyó su próspera economía destruyendo la economía de los países competidores -como los de América del Sur- a través del intervencionismo político, la destrucción de la industria de países como Argentina misma y asesinato de los ciudadanos de muchas naciones. Así como esclavizó y colonizó países de Centro América para que sólo la industria estadounidense pudiese prosperar, así es lo quiere hacer esta vez con Ucrania. Lo intentó con Rusia presionando con sanciones y amenazas. Pero Vladímir Putin muy lejos está de ser alguien a quien se pueda amedrentar.  Se planta con todo el arsenal tecnológico, político y militar que tiene la Federación Rusa ante cualquier amenaza que atente contra su soberanía, como debiera hacer cualquier país que se considere libre y soberano.
Zelenski se encuentra en el otro extremo: alguien que quiere estar del lado de Trump cueste lo que cueste, que agacha la cabeza para sentirse aliado de Estados Unidos,  igual que el presidente de Argentina, Javier Milei. Dice que quiere tratar más en detalle alguno de los puntos sobre los territorios a conceder, pero no se atreve a tocar los puntos en los cuales Ucrania le cede a Estados Unidos sus recursos naturales y casi su poder de decisión en todo lo que se refiere a su ejército.
Y, de yapa, Estados Unidos se quedaría, de aprobare este plan, con el 50% de los activos rusos congelados, en un robo vergonzoso a la Federación Rusa. Porque, claro, luchar por la paz mundial no lo van a hacer por simple altruismo.

¿De dónde proviene este afán que agrupa a muchos más países de los que deberían ser de querer entregar su nación a Donald Trump? ¿Es en la búsqueda de una prosperidad inmediata en detrimento del futuro? ¿Es por un miedo intrínseco a ser devorado por el más grande o es una real devoción paupérrima y humillante ante quien quiere ostentar el título del "más poderoso"?
Quizás, sea sólo una cuestión pragmática a sabiendas de las pérdidas que podría conllevar enfrentar el ciclope, pero la humillación termina siendo a costa de la felicidad y bienestar de sus propios ciudadanos.

El poder que flamea Trump frente a los ojos embelesados de los pocos países que aún le temen, ya casi toca su punto muerto.  La guerra entre Rusia y Ucrania sólo se va a detener cuando el presidente Putin considere que las pautas para mantener a salvo a su país y a los ruso parlantes ucranianos estén dadas. No por Trump, no por Zelenski, mucho menos por la Unión Europea. Y así es como el equilibrio más justo de gobernanzas debería comenzar a dominar el mundo. Un mundo en el que Estados Unidos y las potencias europeas por fin se adapten a la reglas de juego del beneficio de todos.

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